Martes, 04 Octubre 2022 16:10

Aquella trágica siesta Formoseña

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En el año 1972, con apenas 12 años llegaba a Formosa con mi familia. Mi padre, Tte. 1ro del Ejército había sido destinado a la capital de esa provincia lejana del Norte, la cual según el mapa estaba literalmente acostada en toda su extensión sobre el margen del río Paraguay.

Al abrirse la compuerta del avión en el Aeropuerto “EL PUCU”, todos fuimos abrazados por un desconocido aire tan caliente como devastador, en tanto observábamos un campo reseco de amarillos pastos, plagado de sobrevivientes palmeras. Así nos recibió Formosa a mediados de diciembre de aquel año. Luego, ya a la tardecita, escuche un punzante ruido que provenía desde el exterior de mi habitación. Me llamo la atención, por lo cual salí al parque, descubriendo que se trataba del zumbido generado por una enorme nube de acechantes mosquitos.
En aquel verano la provincia atravesaba una de las peores sequías de su historia, la cual se reflejaba claramente en la resquebrajada y seca tierra por la cual caminábamos a diario.
Formosa era un todo diferente. Allí, en medio del calor, los insectos, las víboras, las arañas y esos sapos inmensos (llamados “cururú” por los nativos del lugar, por el sonido que emiten), flotaba sin embargo el dulce idioma Guaraní, conviviendo sin recelo con un castellano más castizo que el del resto de la república, endulzado por la música de esa tonadita característica.
En Formosa curse yo séptimo grado en una muy modesta a Escuela pública ubicada en una esquina de la desolada plaza principal. Y fue en esa Escuela de precarias instalaciones en donde conocí a una maestra increíble, capaz de unir como un orfebre en una sola pieza, cariño, ciencia, corazón y tiza. Miriam Luparello…un gigante de la educación que me marco por siempre.
Pero a partir de marzo de 1973, yo marche a estudiar a Santa Fe.
Si, a los 13 años me fui al Liceo General Belgrano por voluntad propia. Es que quería hacerme hombrecito desde temprano; arreglármelas solo, madurar, dejar la comodidad y el mimo hogareño para formarme en la prometedora disciplina de un colegio secundario en condición de pupilo y bajo disciplina militar.
Y allí fue que al regresar de franco aquella noche de domingo de octubre del año 1.975, ya en la cuadra, fui sorprendido por un oficial mientras hacia algún barullo. Este me dio la orden de “silencio cadete”, entre tanto me decía:
“como puede estar promoviendo desorden….con lo que estará viviendo su padre en este momento en Formosa”
Me quede mudo, confundido, aproximándome a el para pedirle me contara acerca de lo que estaba pasando.
”Venga, venga al detall que le cuento”, me dijo al tiempo que ahora me tomaba del cuello con cierto grado de afecto.
”En la tarde de hoy la guerrilla ataco el Regimiento de Formosa en donde está destinado su padre. No sabemos demasiado, solo que ha habido un intento de copamiento y que como consecuencia de ello ha habido muertos en ambos bandos. Yo le avisare si se algo más. Vaya, vaya ahora y pórtese bien en este difícil momento”.
Por más que no tuviéramos más de 15 años, los alumnos del Liceo estábamos completamente conscientes de la guerra que se libraba en el País. En Octubre y noviembre del año anterior habíamos rendido honores y despedido al Mayor López y al Teniente. Gambandé, ambos acribillados cuando salían de sus casas hacia nuestro querido Liceo. En ambos casos los asesinos habían sido integrantes de la organización grupo terrorista denominado Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Nunca olvidaré la entereza de los hijos del Mayor, uno cadete del Liceo y otro del Colegio Militar. Nunca olvidaré a la mujer del Teniente, quien siendo muy, pero muy joven, abrazaba la tumba de su marido apretando su enorme panza a la inerte madera.
A la mañana siguiente conté con mayor información. Ahí recién supe que mi padre estaba bien, pero que durante el ataque habían muerto diez soldados, un suboficial y un subteniente recién recibido, al cual había conocido en las vacaciones de verano en la cancha de paleta. También supe que los terroristas habían secuestrado un avión, y que durante el ataque habían copado simultáneamente instalaciones de Policía y Gendarmería. Lo que más me llamó la atención fue el conocer que un soldado del Regimiento, llamado Luis Alberto Mayol, perteneciente a la Organización terrorista denominada Montoneros, había matado a un compañero que estaba de guardia para dejar pasar a los sediciosos por el portón lateral ubicado en el fondo del cuartel.
Pero fue mi hermana quien la paso realmente mal aquella noche del 05 de Octubre. Ella se encontraba representando a Formosa en el Campeonato Nacional de Pelota al Cesto que se llevaba a cabo en Córdoba. Allí le había llegado una noticia tremenda a partir de una frase cambiada: alguien había entendido que había muerto el entrenador en lugar del entregador, y como mi padre era oficial del Servicio de Educación Física, ella había pasado la noche llorándolo sin consuelo.
Luego de aquel increíble ataque al Regimiento, (acontecido bajo el gobierno de Isabelita), cada vez que regresaba a casa a pasar unos días, recuerdo que me armaba antes de acompañar a mi madre a hacer las compras al pueblo. Sucede que con frecuencia aparecían panfletos en los cuales amenaza vengarse dando muerte a integrantes de la familia militar.
A veces pienso: ¿cómo es que no terminé enloqueciendo con todo lo vivido?
Sinceramente … no encuentro respuesta.
Luego viene el torbellino de recuerdos feos. Muchas bombas, mucha muerte, poca libertad, mucho riesgo. Terroristas liberados por que si, Jueces asesinados como el valiente Dr. Jorge Vicente Quiroga. Premios, honores, cargos e indemnizaciones para los asesinos. Prisión, soledad, enfermedad, desprecio para los militares que pelearon sin morir en la batalla. La guerrilla en Colombia que nunca termina, (ni indultados, ni con amnistía, ni otorgándoles cargos en el Senado); las 200.000.000 de vidas arrebatadas a lo largo de la historia de la humanidad de la mano del Comunismo; Filmus, Kichillof y Magario cantando el himno al Che Guevara; el intelectualoide de Carta Abierta y terrorista montonero Horacio González, proponiendo reivindicar a los asesinos; Ministros, Jueces y Empresarios ex terroristas de antaño, perdonados por todo … arrepentidos de nada. Y los soldados que nos aseguraron la libertad que hasta hoy disfrutamos, presos, muriendo lejos de sus familias, de viejos o enfermos.
Mi padre estuvo detenido un tiempo. Un abogado de poca monta lo denunció en Formosa para promocionarse en una campaña política. En menos de 30 días le declararon la falta de mérito. Una organización de la falsa memoria aún lo tiene en la lista de prófugos, pese a que nunca lo estuvo y que su partida hacia el cielo aconteció ya hace más de 5 años.
¡¡Gloria a los soldados que combatieron al terrorismo!! ¡¡Gloria y agradecimiento a ellos y sus sufridas familias!!
Formosa, tierra de dolor que aun así quiero.
Recuerdo aquella canción de la escuela primaria que decía:

“Mi dulce Formosa lejana estas
allá en la orilla del Paraguay
junto a la selva donde tu estas
yo quiero volver.
Por tus callecitas
pasionaria y sol
a besar las trenzas
de mi viejo amor”

Fabián E. Sotelo – Capitán RE – 13.839.579