El se inspeccionaba con un afán y modalidad que dejaba entrever cierta rigidez y obsesión por el aspecto externo de su disciplina, cuestión que en nada conjugaba con la calidez de su trato a nivel personal, como así tampoco con la amplitud intelectual de los autores que con frecuencia leía buscando profundizar sus conocimientos sobre las corrientes políticas y económicas modernas que había conocido en aquellos años de cursante en la Escuela Superior de Guerra.
El General tenía hoy una reunión muy importante. Sin dudas, la más importante de su vida. El era profundamente consciente respecto a que el destino de la Patria y luego, el de el y su familia, dependían de su resultado.
El reloj de péndulo marcaba las 18hs. cuando el Comandante y su Ayudante de Campo ingresaban a la antesala del despacho Presidencial. Un saludo tan amable como ajustado hizo poco menos que saltar de la silla al secretario privado de la Presidencia, quien devolviendo el saludo, anunció de inmediato su presencia a la Sra. Presidente.
En menos de dos minutos las imponentes puertas del despacho presidencial se abrieron de par en par, dejando a la luz a un reconocido cuadro de la joven dirigencia Peronista. El Dr. Cafiero, con cara de preocupación, saludo diciendo: buenas tardes General, como esta Ud.; adelante por favor.
El General devolvió el saludo, tendió su mano y se dispuso a ingresar al despacho, al tiempo que entregaba su gorra al Edecán, indicándole que debía esperarlo en la antesala.
Transcurridos los dos primeros metros dentro del imponente y sobrio despacho presidencial, él sintió esa desbordante sensación de siempre: se trataba de la Argentina culta, importante, rica... esa Sucursal de Europa en América Latina... esa Argentina Potencia.
Buenos días Sra. Presidente. Como esta Ud.?
Bien General, bien, Gracias. Buenas tardes. Adelante ... adelante. Y Ud., como se encuentra?
Bien Sra. Presidente, gracias.
Tome asiento por favor, ... Ud. también Sr. Cafiero, indico amablemente la Presidente a su hombre de confianza.
El General mejoro la posición en la cual se había sentado, estiro un poco su chaquetilla, antes de decir con vos clara y afable: y bien Sra. Presidente, Ud. me ha citado a una reunión con carácter Urgente y aquí estoy. Dígame por favor ... en que puedo ayudarla?
La Sra. entonces respondió: General, lo he citado y he pedido al Dr. Cafiero que me acompañe para preguntarle personalmente acerca de los rumores e informes que recibimos con cierta frecuencia ... esos rumores que hablan de un inminente golpe Militar.
El General no se vio sorprendido por la pregunta, y sin alterar en nada sus pulsaciones ni la imagen de su cara respondió: Sra. Presidente, yo le agradezco el gesto de confianza que significa el haberme citado para consultarme personalmente acerca de semejante tema, permitiéndome que le responda mirándola a los ojos.
La Armada Nacional y La Fuerza Aérea nos miran preocupados, como aguardando alguna señal del Ejercito. Y yo, su Comandante en Jefe, estoy convencido que un golpe institucional no ha de ser la salida que nos proporcione una solución solida y estable a nuestros problemas. Definitivamente su Comandante al igual que sus Generales, no auguramos un futuro feliz si se adoptara esta forzada solución. Ahora bien Sra. Presidente, teniendo en cuenta que el País ya ha sufrido más de 250 atentados de diferentes magnitudes y características, si nos podemos y debemos preguntar:
¿Cuanta violencia adicional a la ya sufrida, podrá soportar la Republica?
¿Que sucederá si su Gobierno no actuara para evitar que crezcan y se multipliquen estas organizaciones terroristas?
¿Que podría pasar si Ud. no separa de su estructura de gobierno a los infiltrados que fomentan y apoyan desde adentro a estas organizaciones armadas?
¿Cuanto cree Ud. que puede el pueblo resistir una situación como la que vive, si esta estuviera empeorando mes a mes? ¿Cuánto tiempo podrá pasar hasta que estas fuerzas ilegales logren penetrar y contaminar en profundidad a nuestros estudiantes Universitarios, a nuestros Sindicalistas y a la medula de nuestros históricos Partidos Políticos?
¿A cuánto estaremos del día en que los insurgentes intenten tomar por las armas el control de alguna provincia, para luego solicitar la intervención de Organizaciones Internacionales tendenciosas, a fin de lograr la declaración de Zona Beligerante o Liberada?
¿Cómo haremos luego para controlar y sofocar a semejante monstruo multiplicado y ya crecido?
Entonces Sra. Presidente, yo afirmo que los rumores son falsos, aunque sin embargo, no puedo asegurar el estado de situación de nuestro querido país en uno o dos años si nos mantenemos sin oponer una acción contundente e inmediata a lo que hoy nos pasa.
Entonces, digo yo con todo respeto Sra. Presidente: que si fuera cierto que Ud. no goza hoy de buena salud y que su sistema nervioso se encuentra colapsado a raíz del estrés con el cual ha vivido los últimos tiempos, que considere por su bien y el de la Republica los siguientes puntos que conforman mi pedido o propuesta:
1ro: Que no vaya a renunciar a su cargo en este momento tan delicado para la Republica.
2do: Que declare firmemente su oposición a toda acción violenta que puedan llevar a cabo estas organizaciones terroristas, advirtiéndoles que en caso de no cesar de inmediato las mismas, será el mismo Estado quien ordene que sean combatidos hasta su aniquilamiento.
3ro: Que separe de inmediato y sin miramientos a quienes integrando cualquier nivel de Gobierno, pertenezcan o simpaticen hoy con cualquiera de las Organizaciones Terroristas existentes, incluida por supuesto la AAA.
4to: Que haga público un pedido a los Sres. Jueces respecto a la necesidad de que asuman con valentía y Patriotismo los riesgos y perjuicios derivados de su correcto y justo desempeño frente al flagelo del Terrorismo en el País.
En síntesis Sra. Presidente: yo le pido que con el Dr. Cafiero a su derecha y el Comandante en Jefe del Ejercito a su izquierda, inicie Ud. sin titubeos ni demoras la lucha contra el Terrorismo antes de que sea tarde, antes de nos cueste muchas más vidas y penas a cargar en las espaldas de nuestro pueblo. Ténganos confianza Sra. Solo debe darnos las ordenes adecuadas y dejarnos actuar, entre tanto recupera Ud. su salud, sin dañar a la de la Republica.
Si así no lo hiciera Sra. Presidente, yo puedo imaginar un futuro sombrío para nuestro país, y en mi caso, un destino traumático y oscuro, cuyas consecuencias impactaran a través del tiempo en mis hijos y nietos.
Los 12 meses que siguieron a esa reunión fueron duros y agotadores. El País sufrió una corta y cruel guerra interna en la cual perdían la vida cerca de 4.026 personas, sumadas las almas de los soldados, policías, civiles, funcionarios, familiares de estos y terroristas argentinos y del extranjero.
Más de dos decenas de jueces fueron acribillados junto a sus custodios al salir de sus casas. A cada Juez caído lo sucedió otro igual de valiente. Ni siquiera pudieron doblegarlos cuando en algún caso fueron sus mujeres e hijos los asesinados. Ellos hicieron la tarea, fueron enormes guerreros en lo suyo, fueron la base, soporte y sustento de la Republica.
La Sra. Presidente cumplió el resto de su mandato. El Jefe del Ejército y el Ministro Cafiero se retiraron de la actividad al mismo tiempo que ella, con la conciencia tranquila, esa paz y alegría que da el saber que el deber ha sido cumplido.
El ex Comandante en Jefe del Ejército camina lentamente por el interior de la casa rosada. Un digno bastón lo acompaña y ayuda. En unos instantes ingresara al salón Blanco, lugar en donde junto a Isabel Martinez de Perón y Antonio Cafiero, recibirá una condecoración de manos del actual presidente de la Nación.
Lo acompañara su familia y los viejos camaradas de armas que aun viven.
Se trata de una importante y nueva condecoración a la cual el Presidente ha denominado: “Medalla de Honor y reconocimiento a los luchadores que salvaron la libertad y la Republica”.
Fabián E. Sotelo