Viernes, 27 Octubre 2023 11:57

La Patria o el ombligo

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Cuando uno elige un frente o partido político es porque ha descubierto con
entusiasmo y alegría que comparte con el gran parte de los ideales o
valores que lo representan.

Luego, esos ideales se encarnan en el líder del movimiento, quien en
general es quien más se destaca por su convicción, conocimientos,
voluntad de trabajo, prestigio y personalidad.
Y así, poco a poco, (lamentablemente), vamos reemplazando a la
plataforma partidaria por el personaje que encabeza el movimiento, siendo
éste el momento en el cual depositamos nuestra fe y esperanza en esta
persona.
¿Y que nos pide el líder?
Nos pide que militemos, que lo ayudemos a crecer, que lo acompañemos,
que entusiasmemos a otros, y finalmente nos pide que lo votemos en la
elección para poder ser electo.
Esta es la realidad en términos generales; y es tanta la devoción que
genera esta relación, que en breve al candidato ya no le encontraremos
defectos, no creeremos en las cosas malas que nos dicen de él, e incluso
nos cuestionaremos acerca de la realidad que vemos con nuestros ojos.
¿Y que esperamos nosotros de este líder?
Esperamos que sea fuerte, que su discurso y gesto resulte atractivo, que
sea valiente, que se vea totalmente decidido. Esperamos que triunfe, que
elija gabinete, que trabaje en equipo y que poniendo en práctica sus ideas,
modifique para bien la fea realidad en la cual estamos viviendo.
¿Y si no triunfa en la elección, esperamos algo más de él?
Si, por supuesto. Esperamos verlo de pie, bien firme al piso, tomando
envión para avanzar y seguir luchando por nuestro sueño. Esperamos
verlo trabajando por su país, por la gente que representa, aplicando un
inteligente plan B, C o D, con el cual continuar la marcha hacia aquel
prometedor futuro.
Y es por eso que no podemos aceptar que en caso de derrota nuestro líder
quiera justificar su usencia aduciendo que, para él, lo principal ya no soy
yo, que ahora he sido reemplazado por la necesidad de adoración y defensa
de la filosofía del partido, (el cual ahora parece que ya no es el mismo que
el mío).
¿Sera cierto que muchos de los perdedores no tenían un plan B para seguir
luchando por su país y por mí, su fiel votante?
¿Debo entender que mi valor solo radicaba en la donación de mi voto en
su favor?
¿Esto es todo lo que me ofrece el partido en el cual deposite todo mi fervor
e ilusión?
Si fuera así no merecen siquiera ser los herederos de sus fundadores y
mucho menos las personas aptas para rescatar del abismo a nuestro
enfermo país.
Si fuera así no me busquen mañana; yo ya no estaré a su lado. Yo estaré
esperando que su partido y su nombre desaparezcan entre las futuras
opciones, tal cual lo merecen quienes, buscando el bien propio, se olvidan
de luchar por la Patria.
Y por favor, dejen ya de comparar la realidad de la historia del oficialismo
con el futuro que desean crear con el opositor que sigue en competencia.
No lo hagan, no lograran que la historia los justifique.

Fabián E. Sotelo
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