Veronica abrió los ojos, miro de reojo el reloj, se desperezo y procedió a levantarse de un solo salto de la cama.
Ella no quería perderse ni un desayuno de domingo. No era solo por la posibilidad de encontrar en la mesa una
torta recién horneada, o una docena de medias lunas calentitas, (si la semana había resultado más prospera); ella
quería estar presente en ese sencillo evento desde el primer minuto, ya que los desayunos de los domingos tenían
sabor a familia y mimo, esos mimos que aunque ahora tuviera 18 años, disfrutaba de corazón como en aquel
tiempo de alumna de salita de cuatro.
Fue así que paso en forma vertiginosa por debajo de la ducha, se cambio, peino un poco sus rebeldes mechones
rubios y corrió a la cocina. Allí encontró en plena charla y sonrientes como cada mañana, a sus dos abuelos
quienes junto a Catalina, su amorosa mamá, concluían la ceremonia dominguera de preparación de la mesa de
desayuno, incluyendo un par de florcitas de las que en cada época, podía ofrecer el jardín.
Hola Vero, hola Veronica, hola corazón, fueron los tres saludos que recibió en una franca competencia de
velocidad y sonrisas.
Holaaa, holaaa, (besos para cada uno con una sonrisa picara cargada de intriga).
Que les pasa a Uds., de que no me entere? No me digan que hay torta y medias lunas a la vez!! No se abran
comido algo sin esperarme no? Nuevamente risas.
Esta vez fue la abuela Juana la que adelanto la respuesta: nada, nada!! Contentos de verte, de tenerte, de la torta de
banana y Nuez que se enfría bajo aquel repasador y de el programa que tenemos después de almuerzo! ¿Te
acordas, no?
Huyyy, banatorta con Nuez, me muero!! Si Abu, me re - acuerdo, hoy a la tarde: marcha en defensa del niño por
nacer!! Vos también vas Abuelito no?
Si, si, y si me canso o me duele algo, me siento un rato en un café y las espero. Pero voy, por supuesto que voy
con Uds.!! Como podría faltar? dijo Manuel contento por saberse tan tenido en cuenta por su adorada nietita.
Veronica dijo entonces: ¡A la carga! En tanto tironeaba ya el repasador custodio de la delicia de aquel desayuno
de domingo.
Fue así que a eso de las dos de la tarde, apenas concluido el almuerzo, bien arregladitos y con calzado cómodo
salieron los cuatro rumbo a plaza de Mayo. Las caras sonrientes y entreverados entre manos y brazos allí iban los
Mendizabal, desplazándose en cuatro cuerpos, aunque en un solo corazón.
La marcha fue muy animada, llena de buenos mensajes, de miradas cálidas, de cantos a favor de la vida y en
contra de nadie, de familias enteras, que unidas por el amor al amor, se desplazaban con el convencimiento de que
a través del rezo y su presencia, no serían defraudadas por los legisladores. “No podría acontecer que sus
Legisladores promulgaran una Ley de Pena de muerte diseñada a la medida de los “indefensos niños por nacer”.
Dos horas después, viendo a los abuelos cansados, Veronica le dio un beso a su mamá Catalina, entre tanto le
decía en vos baja: vamos mamá, ya hicimos lo nuestro, los abuelos esta tan contentos como agotados.
Catalina sonrió, espero unos segundos, se dio vuelta y dijo en vos alta: ¡Que lindo momento, que buena fue esta
marcha que hicimos juntos! ¿Que les parece si vamos yendo?
Los abuelos asintieron con cara de satisfacción por el contenido de los dos mensajes. Se tomaron de la mano y se
dispusieron a encabezar la retirada. Que lindo... viva la vida!! Dijo Juana en vos alta buscando una frase con la
cual atesorar tan maravilloso momento .. en instantes ... un lindo recuerdo.
Veronica dijo casi sin pensar: miren, la gente que participó de esta marcha lo hace a favor de la vida de la madre y
del hijo por nacer. Se fijaron en las caras, en los ojos, en la cantidad de abuelos y niños? Puede ser que
defendiendo este valor en particular pueda tener yo la seguridad de que toda esta gente es buena, trabajadora,
responsable y amorosa con su familia y solidara con el prójimo. Lo sienten como lo siento yo? Los tres asintieron
sin hablar, los tres dieron un si mudo con los ojos brillosos, cargados de lagrimas dulces apenas contenidas.
Esa noche, Catalina rezo como todos los días junto a su cama, pero esta vez antes de acostarse se dirigió al baño.
Entro al mismo, cerro la puerta, volvió a agradecer a Dios por ese día, por su hija Veronica y sus adorables
padres. Y así, escondida y en silencio, esa noche lloro una vez mas ... lloro largamente aunque contenta.
Se despedía para siempre de aquellas imágenes del día de la agresión ... y ahora se prometía recordar solo aquel
día en que con tan solo 20 años, les decía a Juana y a Manuel en el Hospital: papá, mamá, esto es terrible, pero si
yo quedara embarazada, les pido que me apoyen ... pues yo al bebe ... a este bebe ... lo tengo.
Fabián Sotelo
21 de Mayo de 2018