No es novedad que la política local esté llena de oportunistas. Los seguidores de Pedro Sarri, que en el pasado militaban y defendían con vehemencia el massismo, hoy muestran su verdadera cara. En Defensa Comunal los describen como "truchos", desprovistos de cualquier militancia genuina y carentes de principios. Se han convertido en el ejemplo perfecto de la política sin convicciones.
La traición en política ya no sorprende, pero eso no la hace menos repugnante. Estos actores intentan suavizar sus acciones con excusas como "el que avisa no traiciona", pero cruzar la línea de la lealtad no tiene justificación moral. ¿Desde cuándo el pragmatismo político sirve como escudo para la deslealtad? Al parecer, para estos "actores" de la política, todo vale si el objetivo es lograr poder, sin importar cuántos ideales deban traicionar en el camino.
Maquiavelo ya advertía que la traición puede ganar poder, pero nunca respeto ni gloria. Y sin embargo, es el camino que estos eligen, confiando en que la opinión pública pronto olvidará sus actos de deslealtad. Lo más indignante es que, en este juego sucio, las amistades rotas y las traiciones son tan comunes que hasta parecen parte del libreto político. Las alianzas cambian de un día para otro, y lo que ayer era infidelidad, mañana será perdonado, sin más explicación que el interés personal.
El pasado viernes, en una cena con allegados al intendente Diego Nanni, muchas de estas traiciones ya se estaban cocinando. Algunos de los presentes, que alguna vez traicionaron sus causas anteriores, probablemente se enfrentan a su "última cena" política. Pero, como siempre, en la política de los que no tienen vergüenza, en Defensa Comunal nadie puede asegurar que no habrá un nuevo capítulo de traición a la vuelta de la esquina.