En 2021 hubo un repunte económico en relación con 2020, con un 10% de incremento del PBI; sin embargo, esto no se tradujo en un aumento de los ingresos de las mujeres trabajadoras. El sector informal o de empleos no registrados, donde predominan las mujeres, fue aún más golpeado que el de trabajadores registrados: se observó una retracción de casi el 7%. La nota en 50/50, el domingo 3, refiere cómo los hogares con niños menores y con jefas de hogar mujeres son los más pauperizados. Esto se explica por la existencia de un aporte económico solo para ese hogar, con el cual se debe sustentar toda la familia.
En el sector informal la sobrerrepresentación de las mujeres es por las empleadas domésticas. Próximamente se celebra el aniversario de la sanción de la ley que las reconoce como trabajadoras registradas; sin embargo, la cantidad de las que logran ese registro es aún baja y disminuyó aún más con las medidas de aislamiento y distanciamiento. La inflación, un fenómeno que nos acompaña y que está en aumento, afecta aún más el deterioro de los ingresos de las mujeres trabajadoras, especialmente en el sector informal.
Respecto a la pobreza, en la nota del sábado 2 sobre su evolución en base a la Encuesta Permanente de Hogares del Indec, se dice que desde el segundo semestre de 2019 hasta el segundo semestre de 2021 se registra un aumento de alrededor del 5 % de 2019 a 2020, tanto en los hogares como en las personas pobres.
Cómo incide el aumento de la inflación sobre la pobreza en Argentina
El máximo nivel de pobreza en hogares y personas se alcanzó en el segundo semestre de 2021, evidenciando el impacto de las medidas frente a la pandemia. En el segundo semestre de 2021 la pobreza en los hogares bajó casi un 4%, no así en las personas pobres. Esto puede explicarse por la inyección de dinero que recibieron algunos hogares por el aumento de la inversión pública orientada a fortalecer los ingresos y estimular el consumo.
Esto no alcanzó para modificar el número de pobres que permaneció en la misma proporción. Es muy preocupante que el 51% de las personas de 0 a 17 años sean pobres. La pérdida de capital humano para el país es muy grave y, a nivel ético y de derechos humanos, el hecho de que más de la mitad de nuestros niños vivan bajo la línea de pobreza implica una violación a sus derechos humanos básicos.
Esto parece ser algo que no les preocupa a la sociedad ni a los gobernantes y representantes políticos. No solo afecta el crecimiento, sino también la capacidad intelectual y de aprendizaje. Por eso necesitamos una escuela mucho más capacitada y proactiva para estimular y superar algunas de estas secuelas que la pobreza deja en nuestros niños, niñas y adolescentes.
La responsabilidad de la escuela se debe acompañar con la de una sociedad que se ocupa, y no solo se preocupa, de generar expectativas a las y los adolescentes, que les permita imaginar y querer un futuro en el que puedan desarrollarse; no solo en lo económico. Esto es brindar estímulos y generar perspectivas de realización personal. Realización que puede ser muy diversa pero que debe existir y ser visibilizada por adolescentes y jóvenes.
Esta falta de una perspectiva de futuro de su vida es lo que lleva a los adolescentes y jóvenes a la apatía cuya alternativa son las drogas, la delincuencia y la desvalorización de sus vidas y la de los demás. En el caso de las mujeres, la maternidad es lo único que ven y donde creen que lograrán realizarse, y esas maternidades no solo son precoces sino insatisfactorias, y en muchos casos dolorosas, porque no pueden dar a sus hijos la atención y el amor que quieren y desean.
Fuente: Perfil